Chapter 3

   10 de noviembre 2018

Tras tres horas de trayecto por una carretera de curvas cuestionable, son las ocho de la tarde cuando por fin llegamos a la fundación Asharia de Chefchaouen. Aprovecho el pretexto del cansancio para excusarme ante Marina y los dos chicos que nos esperan en la entrada y meterme directamente en mi cuarto. Las paredes de mi habitación son color rosa pastel y en el suelo hay láminas de madera un poco maltratadas por el paso del tiempo. El mobiliario de la pieza es bastante escaso y monócromo. A mi derecha, una cama individual. A mi izquierda, un armario y una mesita de noche, encima de la cual hay una ventana cuadrada con unas cortinas espesas rojas. Todos los muebles son de madera y probablemente más antiguos que yo, pero para dar un toque de color alguien había decido optar por una manta amarilla con un estampado de margaritas de un amarillo incluso más estridente. De repente mi móvil suena y eso me trae de vuelta a la realidad.

“¡Mamá!” 

“Hola hija, que no me llamas y no se si sigues viva”

“Qué exagerada. Ya estoy en Marruecos, perdón por no llamar antes.”

“Todavía no sé qué haces por ahí. Sabes que puedes volver a casa y no tener que seguir esa vida de locos que me llevas, aquí te esperamos en el pueblo. Ayer me encontré a Paco que me preguntó por ti.”

“Sí mamá, ¿pero para hacer qué? El pueblo está muerto, no hay trabajo, no hay vida”

“Pero aquí estamos tu familia. Puedes sacarte un trabajillo en la tienda y buscarte un buen muchacho y tener tu propia familia”

“Ya, mamá tengo que dejarte porque tengo que recoger las cosas de la maleta y ayudar abajo en la cena.”

“Vale hija. Pero llama mañana y nos cuentas cómo es todo. Y come bien que cada vez estás más enjuta”

Cuelgo el teléfono y me tumbo en la cama. Siempre es la misma historia la de mis padres. Ellos nunca han entendido mis motivaciones y serían los más felices del mundo si yo hubiera seguido sus pasos y me hubiera quedado trabajando en el negocio de zapatos del pueblo, con mi novio del instituto Pablo, que por ahí sigue trabajando en la aceituna según dicen. Aunque viendo como todo lo que había conseguido en mi veintena se desmoronó en tan sólo unos meses quizás debería empezar a escucharles. Hace tan sólo un año me encontraba en el punto más alto de mi carrera. Durante el día toda mi atención iba a ser la mejor CEO posible para mi propia empresa, la Royal Layor, firmando contratos con las grandes compañías de Estados Unidos, organizando eventos internacionales, concediendo entrevistas a medios como la misma BBC. Por las noches, cenas tranquilas con Jack en nuestro apartamento planeando la gran boda que se avecinaba.  Mientras empiezo a recoger la ropa de mi maleta, escucho un toque en mi puerta.

“¿Hola? ¿Hay alguien?” - pregunta una voz tímida. 

“Si, un momento” 

Al salir de mi cuarto veo al que imagino que es Ali, nuestro “jefe” por así decirlo. A simple vista entra en el prototipo de lo que podía esperar, un hombre rencién entrado en los treinta, de piel oscura y pelo ondulado y negro y con una ligera barba. 

“Marhaban, ismi  Alba. Ai mushkila?”

“Impresionante, aunque aquí poco árabe formal hablamos. Tiene que aprender usted el dialecto de la zona. No, no hay ningún problema. Soy Ali, el coordinador, he hablado con su amiga y quería pasarme por la casa para darles la bienvenida.” Afirmo con la cabeza y antes de poder contestarle, él continúa con su discurso. “Aquí le dejo la programación de esta semana, mañana empezamos a las nueve, en la casa tienen ustedes desayuno, así que coman bien y vengan con fuerzas. Van a conocer a los niños que están en el centro, Marina me ha hablado de su experiencia como docente en Inglaterra, aunque también vamos a necesitar alguna ayuda en el anexo que estamos construyendo, pero ya hablaremos más sobre eso. Buenas noches y descanse. Ma'assalama."

Ali se va tan rápido como ha venido y, sin apreciar mi esfuerzo por hablar el poco árabe que recuerdo de mi optativa de la carrera, me deja de nuevo en la soledad de mi cuarto. Marina ha tenido que inventar bien nuestro currículum para que se crean que de verdad tenemos experiencia profesional como profesoras. Al menos las noticias de los escándalos de mi anterior vida  no parecen haber llegado a este país, por ahora, fingers cross, nadie me ha reconocido.

18 de abril 2011

De nuevo me toca cerrar la tienda. Es sábado a las ocho de la tarde y tras haber estado toda la mañana con Maryam y Lucy, las niñas a las que les doy clase de español, y toda la tarde detrás del mostrador de la tienda no tengo ninguna gana de ir al teatro a visitar a Marina, pero ya se lo había prometido así que me enfilo la chaqueta y me dirijo hacia allí. Por suerte la tienda donde trabajo y su teatro sólo quedan a media hora andando, así que aprovecho que ha empezado el buen tiempo para darme un paseo. Todo aquel que haya vivido en Inglaterra sabe que la primavera es mil veces mejor que el verano. El sol brilla mucho más a menudo de abril a junio, de lo que lo hace en agosto. Este exceso de vitamina D, hace que los británicos se vuelvan más sociables y amigables y los parques se repletan de familias y jóvenes pasando tiempo fuera tras unos meses de hibernación invernal. Tras una relativa calma después de navidad, las calles del centro vuelven a estar casi intransitables con la llegada masiva de turistas ahora que empieza a mejorar el tiempo. Para llegar a Soho tengo que cruzar el río y subir por Trafalgar Square y luego simplemente callejear hasta dar con el teatro de Marina, que está en una esquinita de un callejón un poco oculto del barrio gay. Ya casi estoy llegando cuando doblo una esquina y me choco con una persona que viene corriendo con sus cascos y me tira al suelo con su fuerza.

“Oh my god, I’m so sorry, are you okay?”

Me ayuda a levantarme, pero ante el shock del golpe no consigo poder contestar. Su cara sin embargo me resulta muy familiar.

“Primera vez suerte. Segundo vez ser destino. ¿Cómo estar tu cabesa?”

“Ahh tú!! Mil gracias por las suturas en la frente, mira todavía se ve la marca”

“Lo siento, era mis primera sut...cómo se dice stitches? ”

“Suturas. Si ya veo.” 

Tras un silencio incómodo me arranco a irme para no llegar más tarde de lo que ya iba.

“Alba, ¿verdad? Te voy a recompensado… make up for it… invito a ti a una cerveza. Deal?”

Normalmente reclino este tipo de propuestas, pero algo se apodera de mí y sin pensarlo dos veces sigo ese instinto y acepto su oferta.

“Deal, aquí va mi número, pero no me hagas esperar mucho”

Diez minutos más tarde suena el teléfono y Jack y yo quedamos en vernos mañana en Covent Garden, nuestra primera cita, aunque algo me dice que no será la última.