ALBA
Periodo que transcurre desde que aparece en el horizonte la luz del sol, hasta que se hace completamente de día.
CAPÍTULO I
7 de noviembre 2018
El ruido estridente y las luces de neón me rodean. La tan famosa londinense Oxford Circus se muestra delante de mí, con sus impresionantes tiendas que la bordean: Nike, H&M, Microsoft… y las decenas de personas que esperan impacientes al hombrecillo verde para poder cruzar la calle, con sus bolsas y maletines, cafés para llevar en una mano y sus smartphones en la otra. El frío de noviembre está ya en su pleno apogeo estos días y aquí me encuentro con mi artillería más pesada: abrigo, bufanda y guantes a juego. Las luces de navidad ya están iluminando estas calles y los precavidos ingleses han comenzado a circular por estas avenidas del centro para encontrar el perfecto regalo de navidad. En cualquier otro año, yo también me habría unido a esta práctica de consumismo británico.
A mi derecha hay un músico joven que está tocando en la boca del metro, pero desafortunadamente el ruido y las prisas hacen que su arte no sea apreciado por los pasantes. Su melodía es apacible y por primera vez en muchos años me dejo llevar y me acerco a él. Cuando vives mucho tiempo en Londres, te olvidas de estos detalles, todas las pequeñas cosas que me ensimismaban a mi llegada. Viendo su destreza a la guitarra y su voz dulce y desgarrada al mismo tiempo, dejo que mi mente fluya, y me abandono a los recuerdos. Sus ojos, sus abrazos, su risa. Respiro y aguanto como puedo las lágrimas, pero p...
“Hey, watch out!!!”
El grito de un ciclista que por pocas me arroja, me trae a la realidad y me dispongo a irme. Antes de entrar al metro, tomo un segundo para mi misma y grabo esta estampa para siempre en mi memoria. Después de ochos años viviendo en Londres, quizás sea la última vez que pise estas tierras en mucho tiempo. Agarro bien mi maleta y bajo las escaleras. Dirección: Heathrow.
3 de octubre 2010
Con los nervios metidos en el cuerpo, dejo mi pueblo y mi familia y empieza mi aventura. Agarro bien mi maleta y me pongo en la cola del control de seguridad en Barajas. Atrás dejo mi vida universitaria, mis amigas del cole y mis inseguridades. “¡Adiós mamá y papá! ¡ Os quiero y nos vemos en Semana Santa!” Dirección: Londres.
7 de noviembre 2018
Ya en el avión. Tengo la suerte de estar sentada en el pasillo. Antes amaba volar y mirar los paisajes por la ventanilla, pero cada vez lo soporto menos. Prefiero el aspecto práctico de estar en el pasillo. Cuando vives en el extranjero terminas tomando muchos aviones y trenes. Ya no me pongo nerviosa por mis maletas, mi tarjeta de embarque o dónde están ubicadas las cosas. Creo que puedes vernos, los expatriados, en un abrir y cerrar de ojos. Hemos desarrollado rutinas, viajamos con mochila y una pequeña maleta, usamos chaquetas cómodas, no nos preocupamos por subir los primeros en el avión, paramos antes de embarcar en las mismas tiendas, anticipamos dónde estará la puerta de embarque e incluso reconocemos rostros familiares. Básicamente, conocemos los aeropuertos de memoria. Me gusta sentarme en la zona de embarque, observar a las personas y adivinar cómo serán sus extraordinarias vidas. ¿Son expatriados? ¿Son turistas? ¿Son británicos? ¿Español? ¿Mezclado? ¿Están de vacaciones? Con bastante frecuencia veo lo que me gusta llamar "los novatos", los que son nuevos en este universo de aviones, trenes, aeropuertos, turbulencias, vida. Por lo general, viajan en pareja o en grupos pequeños y, a menudo, entran en pánico y comienzan a cuestionarse entre sí. "Cariño, ¿dónde está el pasaporte?" "Mami, ¿por qué tenemos que esperar aquí?" "Ana, ¿dónde está tu teléfono?" "¿Dónde está la puerta? ¡Llegamos tarde!" Es como ver una serie de televisión en la vida real: personas reales con sus problemas reales y muy comunes. Si parecen muy desesperados, quiero levantarme y ayudarlos, guiarlos hasta esa puerta o decirles el tren que deben tomar para llegar a sus hoteles seguramente demasiado caros. Pero me contengo, les dejo saborear este momento, esta tensión, la duda, la emoción, la ansiedad y finalmente la satisfacción de encontrar una solución.
“Excuse me, can I get through?”
Ya con mi vecino de asiento en su lugar, cierro los ojos y espero que el calmante me ayude a dormir las cinco horas de vuelo. Dirección: Marrakech.
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