Reflexión número uno
Un viaje de 9 horas en tren da mucho para pensar. De hecho hacía más de
cuatro meses que no actualizaba el blog. En ocasiones me preguntaba a mí misma,
¿cuándo vas a ponerte y escribir un poco? No es que no quisiera hacerlo, es
simplemente que no tenía tiempo o que, cuando por fin encontraba un break, ni
mente no daba más de sí y ni yo era capaz de articular, let alone, escribir,
más de un par de frases seguidas.
Pero por fin, tras muchos intentos frustrados, aquí estoy, sentada
después de cuatro horas en el mismo asiento de un tren que está recorriendo el
Reino, todavía Unido, de oeste a este y de sur a norte. Por ahora hemos pasado
por la emblemática ciudad de Swindon y por otras menos destacadas tales como
Londres, York, Newcastle o Edimburgo. Un viaje muy educacional al fin y al
cabo.
Pero cuál es la ironía de la vida que, queriendo desconectar del mundo
de la enseñanza por una semana, me encuentro en un tren rodeada de familias con
sus adolescentes hijos acneosos (¿existe esta palabra?) y profesores que ni en
el tren pueden dejar de corregir cuadernos (aquí me incluyo yo también). Esto,
junto con el aburrimiento, me han dejado pensando una vez más en el cole, y
también en esta nueva etapa de mi vida que comencé en septiembre. Y por todos
esos motivos me encuentro aquí escribiendo en mi portátil con la esperanza de
que mi batería sobreviva una hora más.
Reflexión número dos
El tiempo es relativo. Recuerdo que cuando estudiaba en el instituto el
año para mi tenía 4 etapas bien definidas: el deseado verano, el primer largo
cuatrimestre (navidades incluidas), el segundo cuatrimestre (semana santa
incluida) y el tercer cuatrimestre.
Después, durante mis años universitarios el año tenía tres etapas: el
primer largo cuatrimestre, el intenso segundo cuatrimestre y los meses de
verano en los que ya empezaban los remordimientos si te los pasabas sin hacer
nada “de provecho”.
Ahora, sin embargo, en mis escasos años de vida adulta/laboral (por
llamarlo de alguna forma) me he dado cuenta de que el periodo de “verano” ha
desaparecido. Ya no existe una época larga y duradera en la que simplemente se
podía hacer nada. Por el contrario, lo que ansias es a que llegue el fin de
semana, o a que te den una semana de vacaciones en el trabajo, o a que tengas
unos días libres para hacer una pequeña escapada. Escapada como a la que me
dirijo en este momento.
Reflexión número tres
Esto no es una reflexión mía propia sino compartida por muchas
personas. Deberíamos felicitar a todos los profesores que se preocuparon por
nosotros alguna vez y que hicieron que aprendiésemos algo en esta vida. Vaya
trabajo duro. Y vaya trabajo tan gratificante. En mi intento de ser una “mejor”
docente, me compré un libro que he empezado a leer hoy en el tren. En él se
dice que un profesor toma unas 1400 decisiones al día que afectan de media a
unas 150 personas. No me extraña que así acabemos tan agotados todos los días.
Para añadir algo más personal a esta reflexión número tres, os contaré
mi propia experiencia. Este cuatrimestre ha sido muy duro, trabajando unas 12
horas prácticamente todos los días, más unas otras cuantas los fines de semana.
Un día normal para mí consiste en levantarme a las 7, estar a las 7.45 en el
colegio, leer los cientos de correos de Outlook, responder a los más
importantes, ir a una reunión de profesores, recibir a mi grupo de tutoría a
las 8.40, consolar a los niños de mi tutoría que aún no se han adaptado bien al
instituto, intentar inspirar a otros cuantos para que trabajen más, dar 5 horas
seguidas de clase, intentar comer algo entre medias, ir a más reuniones de
profesores, corregir cuadernos, volver a casa, cenar, planear las clases para
el día siguiente, skypear (¿aceptará la RAE algún día esta palabra?) y dormir.
Sí, mi vida, al menos de lunes a viernes, es más que previsible.
Reflexión número cuatro
No es muy relevante, sólo una observación. Cómo se nota que estamos ya
pasando por Escocia, cada vez hay menos tierra y más lagos. ¡Qué bonito el
paisaje!
Reflexión número cinco
Ahora voy a contaros un poco sobre las experiencias más positivas de
estos dos meses en el cole. No voy a contaros las negativas porque no acabaría
nunca y porque no quiero deprimir a los unlikely lectores ni a mí misma.
· Mis
clases con mi alumna de bachiller. ¡Aún me parece increíble que se pueda dar
clase a un solo alumno en este país! España ya podría aprender. Esto es un
ejemplo de una educación personalizada al alumno y a sus necesidades. No podría
estar más contenta de tener esa hora a la semana donde se puede sacar lo mejor
del alumno y ver su progresión conforme pasan las semanas.
·
Mi
tutoría. Aún soy muy joven pero ser una tutora es como ser una madre. Los niños
te ven como una consejera, como un apoyo, como un modelo a seguir. Además de
que he tenido la suerte de que, hasta ahora, todos los niños de mi tutoría se
han portado muy bien. Además hemos ganado un par de premios en el colegio así
que no podría estar más contenta.
·
Los niños
que se preocupan por sus deberes y van a verte para saber que los han hecho bien.
·
Los niños
que te dicen que eres la mejor profe y que te dan las gracias por enseñarles
(no son muchos estos casos pero aun así tengo que escribirlo. También, claro,
están los que te dicen que es un rollo, pero no vayamos a centrarnos en ellos
o… ¡depresión!)
·
Los niños
que te buscan para disculparse por su mal comportamiento y ves en sus caras que
es un gesto sincero.
·
El
repertorio de canciones que comparto con mis niños más peques y que tenemos ya
casi como ritual de inicio de la clase.
·
Corregir
los cuadernos y encontrarte errores graciosos o frases totalmente incorrectas
que deberían enfadarte pero extrañamente te hacen reír.
·
Darte
cuenta de que los niños te están engañando, pillarlos y … detention!
Reflexión número siete
Hay españoles por todos lados. Hasta en Swindon. Sí. Además no son sólo
unos 2-3 despistados si no un buen grupo. Y por suerte he encontrado a un grupo
majo y así mis fines de semana se me hacen muy amenos. Todos somos muy
distintos los unos de los otros pero el hecho de estar en un sitio concreto en
un momento preciso nos une. Cosas de la vida. Swindon no es el lugar más
animado del Reino Unido, de hecho diría que es uno de los que menos. Pero la
pinta a 1.50 y la gente con ganas de marcha hacen de Swindon un lugar aceptable
para vivir.
Reflexión número ocho
Trabajar en un lugar en el que te respetan, te escuchan y te apoyan, no
tiene precio.
Muy contenta (aunque muy cansada) de esta primera mitad de
cuatrimestre. Ya me queda menos para llegar a mi destino.
Gracias por leer (si es que has conseguido tragarte este tostón entero)
À bientôt!! Bye Bye!!
Adiós!!
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