“Dame un minuto por favor.” “No, tienes que volver a la caravana.” En el fondo, era consciente de que su voz, tan autoritaria como siempre, demandaba lo sensato. Pero a veces es lo que dicen, que cuando el corazón arde la razón siempre busca algún un culpable. Me quedé allí tirada en el suelo, dejando que la lluvia me cubriese entera, que el frío invadiera el último resquicio de mi cuerpo y que la hostilidad del viento me golpeara con bruteza el rostro. Y es que ya no me quedaba nada ni nadie por lo que seguir viviendo: ni seres queridos, ni esperanza, ni expectativas. ¿Por qué amarrarte a la vida cuando ya no queda nada que sea digno de vivir? Sentir la fuerza de la naturaleza en forma de lluvia y viento es lo único que en este momento me recordaba que seguía viva, aunque no conseguía decidir si quería seguir sintiéndola. A pesar de que era consciente que Rick en el campamento me observaba, me eché las manos al cinturón y saqué el revolver que me había sido entregado el...